Olvido es una novela exigente, que reclama complicidad y depara placeres extraños, sorpresas, múltiples posibilidades. Pero también —y ahí se demuestra la maestría de un escritor plenamente maduro— es perfectamente acogedora, gentil, invita a un mundo que se crea ante nuestros ojos surgiendo de las brumas de las desmemoria.