¿Cree el autor de Walden realmente que el modo en que llevamos nuestros asuntos redime su mediocridad exterior, que, por ejemplo, podríamos encontrar nuestro Walden en el cajero de un banco, o conduciendo un taxi, o manejando un martillo pilón, o vendiendo seguros o enseñando en la escuela? Dando por sentado que es improbable que encontremos nuestro Walden merodeando por las cercanías de Concord, Massachusetts, ¿no sería deshonesto sugerir que podría encontrarse en cualquier lugar por distinto que sea? ¿Es nuestro modo de vida lo que desprecia, o la vida humana como tal? ¿Desdeña sólo los gobiernos, o la necesidad y capacidad humana para la sociedad humana en su conjunto? ¿Es el modo en que tratamos nuestros cuerpos lo que los vuelve feos para él, o le repele la existencia misma? Cada una de esas preguntas tiene respuesta, demasiadas respuestas; la voz vacila y titubea con las palabras precisamente cuando habría de estar segura de sí misma. Creo que Thoreau expresa esto y asume que sus lectores conocerán también estas dudas.