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La tormenta de nieve

Este es un relato casi impresionista. Somos capaces de percibir las mil y una tonalidades de la nieve durante la larga marcha nocturna, el sonido de los caballos golpeando con sus cascos la nieve crujiente, las campañillas de los trineos, los gritos de los cocheros y las canciones y cuentos de los viajeros, que matan aburrimiento y miedo haciendo oír su voz en la oscuridad luminosa de la noche. En setenta y cinco páginas nos vemos transportados a la estepa rusa, blanca y reluciente en una noche de fuerte tormenta, gélida y desoladora. Desde el primer momento, el viento nos envuelve, y como el protagonista que habla en primera persona, un aristócrata del que apenas sabemos nada, salvo que está decidido a ir –tampoco sabemos por qué esa prisa de viajar de noche en plena tormenta― en una dirección determinada y quiere llegar cuanto antes. El trineo está preparado, lo comparte con un compañero, Aliosha, y el cochero. Van bien provistos de bebida y algo de comida, bien abrigados, y además, cuentan con que el tiempo va a cambiar en breve y llegarán en seguida a su destino.
Pero el hombre propone y la naturaleza dispone: en la noche blanca caucasiana la tormenta les envuelve, les engulle, y los viajeros se pierden, van, vuelven, encuentran a otros trineos sin una dirección clara, y finalmente viajan juntos, medio congelados, medio dormidos, cantando o dormitando en una suerte de pesadilla que parece llevarles directamente a una muerte segura.
En ese duermevela, el viajero nocturno tiene sueños. Sueños que le transportan a estancias veraniegas, gozosas, en plena naturaleza ―una clara reminiscencia de Yasnaia Poliana―pero salpicadas de situaciones dramáticas: la imagen del ahogado en el río donde suele bañarse los veranos, pone un contrapunto inquietante en un sueño donde lo real y lo irreal se confunden constantemente. La nieve sigue cayendo, el viento soplando, y la helada noche rusa se introduce por todos los resquicios, creando un clima onírico y de fuertes connotaciones místicas. Y la descripción de los primeros rayos del sol refulgiendo sobre la blancura cegadora de la capa nevada que cubre todo, son momentos sublimes.

Título: La tormenta de nieve

Autor: Tolstói, Lev

Fecha de publicación: 2016

Editorial: Acantilado

ISBN: 9788492649402

$15.00 $11.25

Agotado

Este es un relato casi impresionista. Somos capaces de percibir las mil y una tonalidades de la nieve durante la larga marcha nocturna, el sonido de los caballos golpeando con sus cascos la nieve crujiente, las campañillas de los trineos, los gritos de los cocheros y las canciones y cuentos de los viajeros, que matan aburrimiento y miedo haciendo oír su voz en la oscuridad luminosa de la noche. En setenta y cinco páginas nos vemos transportados a la estepa rusa, blanca y reluciente en una noche de fuerte tormenta, gélida y desoladora. Desde el primer momento, el viento nos envuelve, y como el protagonista que habla en primera persona, un aristócrata del que apenas sabemos nada, salvo que está decidido a ir –tampoco sabemos por qué esa prisa de viajar de noche en plena tormenta― en una dirección determinada y quiere llegar cuanto antes. El trineo está preparado, lo comparte con un compañero, Aliosha, y el cochero. Van bien provistos de bebida y algo de comida, bien abrigados, y además, cuentan con que el tiempo va a cambiar en breve y llegarán en seguida a su destino.
Pero el hombre propone y la naturaleza dispone: en la noche blanca caucasiana la tormenta les envuelve, les engulle, y los viajeros se pierden, van, vuelven, encuentran a otros trineos sin una dirección clara, y finalmente viajan juntos, medio congelados, medio dormidos, cantando o dormitando en una suerte de pesadilla que parece llevarles directamente a una muerte segura.
En ese duermevela, el viajero nocturno tiene sueños. Sueños que le transportan a estancias veraniegas, gozosas, en plena naturaleza ―una clara reminiscencia de Yasnaia Poliana―pero salpicadas de situaciones dramáticas: la imagen del ahogado en el río donde suele bañarse los veranos, pone un contrapunto inquietante en un sueño donde lo real y lo irreal se confunden constantemente. La nieve sigue cayendo, el viento soplando, y la helada noche rusa se introduce por todos los resquicios, creando un clima onírico y de fuertes connotaciones místicas. Y la descripción de los primeros rayos del sol refulgiendo sobre la blancura cegadora de la capa nevada que cubre todo, son momentos sublimes.

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