Hesíodo nos cuenta en la Teogonía que Eros es hermano de Gea e hijo del cao, y que tiene poder sobre la voluntad de dioses y hombres. En las metamorfosis, Ovidio describe a Cupido como un Dios de rencorosa crueldad y le dota de dardos y veloces flechas. Nos dice también que su capricho es tan intenso como su hermosura. La voz de Granizo asume también esta máscara, puesto que la búsqueda mística del cuerpo ausente es la búsqueda de un cuerpo que participa de la hermosura divina de Eros. Lo que canta la voz de Granizo es su incapacidad de vencer la voluntad de ese amado angélico que se le escapa y al que, a pesar de los designios fatales a partir de las cuales se lo ha construido, no renuncia. El canto de la voz de Granizo son esos dardos y esas veloces flechas, dirigidas al amado ausente a quien quiere oír, y por quien quiere ser escuchado.