François Cheng nos ofrece en El diálogo un fulgurante ensayo sobre el significado de la lengua y de la cultura, así como un relato autobiográfico de su descubrimiento de la literatura, a los quince años, a partir del momento en que toma conciencia de la belleza de la naturaleza y de la realidad dramática de un mundo amenazado continuamente por guerras y epidemias.
La sonoridad, la composición, la forma de algunas palabras francesas que seducen su oído le dan pie para indagar, “devolverles su implicación original” según sus propias palabras, en las metamorfosis poéticas que anidan en toda lengua. Diálogo entre dos tradiciones poéticas, la oriental y la occidental, que Cheng explica en la segunda parte de su ensayo, citando y comparando a sus figuras señeras, que representan a su vez las corrientes principales del pensamiento chino: taoísmo, confucionismo y budismo, y del pensamiento occidental: sus semejanzas y sus diferencias bajo el signo del diálogo. Signo del diálogo como “común presencia” que le sirve también para explicar su poesía. “Una poesía”, nos dice,“de la que no está ausente el pensamiento reflexivo, pero que es carnal y no cerebral.”
El diálogo es un apasionante ensayo sobre la comunicación de las lenguas y las culturas, sobre historia y religión, diálogo entre Oriente y Occidente en torno a la ciencia, la filosofía, la literatura, el arte. Diálogo, en una palabra, en torno al hombre.