«Desde la mañana, delante de los libros acumulados sobre mi mesa, le hago al dios de la lectura mi plegaria de lector insaciable: Nuestra hambre cotidiana dánosla hoy.»
Gastón Bachelard (1884-1962), más que un hombre de letras fue un hombre de libros, un pensador cuya hambre de saber lo emparienta con los alquimistas de otras épocas.
Este filósofo, el más aventajado en cuanto a los avances científicos y artísticos de su tiempo, el solitario que se inclinaba cada noche sobre sus adorados libros a la llama de una vela, fue capaz -¿quién sino él?- de insuflar un nuevo aliento a las imágenes que una razón perezosa o un lenguaje rutinario habían disecado.
El derecho de soñar es una colección póstuma de varios textos ligados por un principio muy visible: el hombre que aquí nos habla de Las ninfas de Monet y de la Biblia de Chagall, de Seraphita de Balzac y de la poesía de Eluard -para mencionar apenas algunos de los temas tratados- es, como siempre, el mismo filósofo en cuyo análisis la poesía y la ciencia resultan complementarias; confluencia del sueño y de la reflexión.
Esta obra es el obsequio que un gran escritor concede generosamente a sus lectores, el fruto de sus lecturas y meditaciones, el don de un transfigurador que, no reclamando para sí el calificativo de filósofo, gustaba decir que era solamente un pensador que se arrogaba el derecho de soñar.