La escritura poética de Enrique Winter (Santiago, 1982) está compuesta por una serie de materias verbales cuyos flujos parecieran serpentear por los bordes del lenguaje hasta condenarse en «campos» determinados por su música interna. Una serie de imágenes, eslabonadas entre sí, reciclan la carga simbólica de los elementos que componen el presente (pero que pasan de largo) para así revelarnos aquello que no fue observado antes.